jueves, 19 de febrero de 2009

LUCAS Y EL CIRCO

El pequeño Lucas corría por las calles sucias de su barrio, desde arriba una melodía bajaba por entre las rústicas casas, era la música de las trompetas y tambores.
¡Es el circo! ¡Es el circo! Gritaron algunos eran los más grandes los que ocultaban con sus enormes cuerpos el espectáculo.
Lucas Corrió rápido entre la gente, quería ver de dónde venía esa música, empujó a los más grandes, los más grandes lo empujaron a él la gente parecía una marea difícil de superar por el pequeño cuerpo de Lucas y la melodía se iba seguía su camino cuesta arriba.
¡Lucas! ¡Lucas! era su madre que gritaba desde la casa ven Lucas ven que tu padre no demora en venir.
Lucas no podía creerlo Su padre no demoraría en llegar para el almuerzo tenía que decidir entre los castigos de su padre y un espectáculo emocionante. Volvió a correr Corrió, corrió, pero el tumulto de gente y su bullicio ya estaba lejos, allá iban siguiendo la música
Las trompetas y los tambores avanzaban lento y seguro, pronto llegó a una enorme carpa. Lucas no lo pudo creer era la carpa más hermosa y grande que haya visto tenía dos torres multicolores, sin duda era el circo pensó. Los colores parecían vibrar con la música y ahora había bombos y platillos.
Escuchó la inconfundible voz del payaso escuchó por los enormes parlantes las trompetas y las flautas.
¡Son payasos! ¡Son payasos! gritó un niña a su lado
Entremos dijo Lucas corrieron en busca de la entrada y la encontraron se detuvieron y miraron no toda la gente estaba entrando en la puerta un señor risueño y gordo de enormes bigotes las detenía, las inspeccionaba y luego las dejaba pasar.
Sus entradas por favor dijo el señor gordo vestido de pantalón violeta y camisa verde.
No tenemos entradas señor dijo el pequeño Lucas.
El viejo gordo los miró alargando el mentón y ocultando los ojos en las enormes cejas su rostro gordo y sudoroso se fue acercando hasta quedar delante del rostro del pequeño Lucas, levantó la mano con su dedo índice erguido y moviéndolo de un lado a otro les negó la entrada.
¡Por favor! dijo la niña.
Pero nada hizo cambiar de opinión al detestable gordo de la entrada.

Caminaron juntos de regreso Lucas y la niña, el gordo de colores horribles seguía pidiendo las entradas.
¿Cómo te llamas? dijo la niña que miraba con tristeza el rostro de Lucas.
¿Yo? Lucas ¿Y tú?
Me llamo Lola ¿Aún quieres entrar? ¡Ven Sígueme!
Lola corrió adelante, Lucas la siguió. Rodearon la carpa corriendo, esquivaron a unos malabaristas que practicaban por entre las jaulas vacías de los animales hasta que llegaron, ¡La puerta de atrás! Una muy pequeña puerta hecha para los enanos, había en la carpa entraron corriendo. El ruido del circo era grandioso. Trompetas por todos lados, panderetas, un bombo y un piano que sonaba dulce. Colores muchos colores y las luces enormes, luces que llenan la oscuridad bajo la carpa del circo. Lucas y Lola miraron embobados. Y ahí en el centro, en medio de un gran círculo de luz estaba un monito bailaba alborotado y feliz.
¡Un monito blanco! Mi madre nunca creerá que vi un monito blanco. Dijo Lucas, pero en ese momento el recuerdo del padre almorzando le vino a la mente y escapó sin decir adiós del circo ni de Lola.
Lola lo miró estupefacta, le iba gritar pero Lucas ya había desaparecido por la pequeña puerta trasera del circo. Lola lo siguió, pero lo último que alcanzó a ver fue la pequeña figura de Lucas que desaparecía entre la muchedumbre que iba a ver al circo.



















































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